Mi alma era un traje celeste como el cielo;
lo dejé sobre una roca junto al mar
y desnuda llegué hasta ti y parecía una mujer.
Y como mujer me senté a tu mesa
y brindé con vino y aspiré el aroma de unas rosas.
Me encontraste bella y semejante a alguien que en sueños viste,
olvidé todo, olvidé mi infancia y mi patria,
sólo sabía que tus caricias me tenían cautiva.
Y tú, sonriendo, tomaste un espejo y dijiste que me mirara.
Vi que mis hombros estaban hechos de polvo y se desmoronaban,
vi que mi belleza estaba enferma y ahora sólo quería desaparecer.
Oh, aférrame entre tus brazos, tan fuertemente
que ya no necesite nada más.
Edith Södergran
Y mira que es bellísimo el poema, no lo conocía
ResponderEliminarBesos linda
Gracias, Ame, a mi también me gusta mucho :)
EliminarMuchos besos, bonita.
Hola Misterio
ResponderEliminarPrimero gracias por seguirme en mi blog de poemas clásicos, lo valoro mucho amiga.
No conocía este blog pues en los otros ya soy seguidora.
Muy bonito, muy refinado y elegante y el poema precioso.
Un besito
Muchas gracias por tus palabras y por azompañarme, me hace mucha ilusión.
EliminarMuchos besitos.