jueves, 26 de diciembre de 2013

El roble y el junco



Cuentan que una vez crecieron juntos un junco y un roble. Al cabo del tiempo el roble se hizo un enorme y engreído árbol que menospreciaba al junco burlándose de esta manera:

- ¡Qué pequeño y débil eres!. Ni siquiera tienes ramas y tu tronco no aguantaría ni un cuarto de kilo. Yo, sin embargo, soy grande, tengo poderosas ramas y mi tronco es mil veces más robusto que el tuyo. No sé ni siquiera por qué te hablo.

El junco ni se inmutaba ante tales palabras, mas se entristecía de que su compañero, el roble, estuviese tan pagado de sí mismo.

Un día un tornado arrasó la comarca y mientras que el roble se oponía a la virulencia del aire con todo su vigor, el junco se plegaba. Tan fuerte era el tornado, que terminó arrancando el roble.

Cuando llegó la calma, el junco se mantenía en pie porqué no se opuso frontalmente a la enorme fuerza que les atacaba, sino que la supo eludir, mientras que el roble cayó por creerse invulnerable, terminando por convertirse en leña para los leñadores. Al verlo el junco se decía:

- Tanta vanidad y soberbia ¿de qué te han servido? Tu inflexibilidad ante el tornado te ha llevado a tu propia caída.


La Fontaine

2 comentarios:

  1. Efectivamente, la vanidad y la soberbia sirven para bien poco. Qué le pregunten al junco... Con las personas pasa lo mismo, aunque en principio suelen dar el pego y parecen mucho, cuando rascas un poquito todo el aire de autosufiencia que demuestran se convierte en debilidad.

    Un abrazo

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  2. Eso mismo pienso yo...

    Pero no se convierte en debilidad... quizá el algo peor.

    Muchos besos

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